Fer
Fernando vino a mí cuando presenté Universos despiadados, en 2015. Nos
juntamos unos días más tarde a tomar un café en el Havanna de Santa Fe y
Thames, me dijo que tenía una editorial y que estaba interesado en publicar
algo mío. Ahí comenzó el amor.
Yo tenía una novela ya «terminada» —no están
terminadas hasta que se publican— llamada Onoriorgos.
Era la primera que escribía hasta el final. Se la envié, pero tras un tiempo
ambos llegamos a la conclusión de que no nos gustaba —en mi opinión, es muy
mala pero está plagada de buenas intenciones—.
Le envié los primeros esbozos de Agente Stoupakis. No el cuento, sino la
novela. Recuerdo que me dijo algo así como que le dio electricidad en cuanto
vio el ícono del archivo, clavado ahí en el messenger de Facebook, en algún
momento después del segundo semestre de 2015. Como que le daba un buen
presentimiento.
Leyó el primer capítulo, y desde ahí entró a
aconsejarme, orientarme, tenía ideas muy buenas y me permitió explorar alternativas
que mejoraran la historia, desde grandes rasgos hasta cosas muy puntuales.
Esta es una de las notas que me dejó al pie de
alguna de las tantísimas primeras versiones de la novela, en junio de 2016,
cuando yo creía que había llegado a su fin:
(...) Me parece que esta novela no está
terminada. No creo que esté terminada nunca, por la riqueza de su universo. Sin
embargo, creo que hay muchas facetas todavía no exploradas (...)
La novela es sumamente absorbente, los
personajes son interesantes y tienen potencial para lograr mucha profundidad.
El final me pareció interesante pero
abrupto.
Creo que ni en pedo se termina acá esta
novela, sino que está apenas pasada la apertura, el planteo inicial de sus
actores. Dejá que las piezas se mezclen y se choquen, que pierdan todo lo que
tienen, pero nunca que se destruyan y solo obtengan victorias pírricas.
Podemos discutir posibles continuaciones,
En una entrevista a Umberto Eco, él decía que los novelistas que se apuran a
terminar sus historias no disfrutan de lo que escriben. No quiero que suceda
con tu novela lo que sucede con otras, publicadas en general por autores
jóvenes con más ganas de publicar que de escribir.
Y tenía razón. La reescribí, llegué a una versión
muy diferente, más rica, más sólida y verosímil y creativa. Luego le cambié el
final y me alentó a presentarla en el concurso de letras del Fondo Nacional de
las Artes. No teníamos muchas esperanzas de que lo ganara, pero él consideraba
al menos que recibiría una mención. No sucedió, pero no me permitió desanimarme.
Algo que tuvo siempre fue una crítica constructiva, dándome sugerencias que me
permitieran mejorar, sin caer jamás en la condescendencia, siendo crudo y firme
y real en lo que tuviera que decir. Con ese estímulo arranqué la segunda parte,
quise hacer tetralogía pero me quedé en trilogía, lo cual aun así era más de lo
que hubiera esperado de mí mismo. Después tomé la decisión de unificar los tres
libros en un solo volumen, pero eso ya pertenece a otra historia.
Nuestra amistad persiste. Fer es mi editor de
cabecera, la primera persona a quien le muestro un texto en el que confío lo
suficiente como para publicar, y estoy atento a su reseña, a su orientación y, especialmente,
a su capacidad de demoler egos. Porque cuando nos involucramos hasta la médula en
un escrito, creemos que es insuperable, y es en esos momentos cuando más
necesitamos de alguien que nos señale los pelos del huevo.
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