¿De qué se trata?


Créditos de la imagen: Oscar Chichoni.

¿De qué se trata Stoupakis?
Podría decir que se trata de robots, mutantes y narcos.
Podría mencionar los neuros, dispositivos ubicuos en la sien de cada persona, que reemplazan y amplían las funciones de los celulares de hoy, a tal punto que la vida cotidiana se ha construido en torno a su uso, y no tener uno equivale a la marginalidad.
También podría tratarse de la tecnología suplantando al ser humano, como en los casos de los Doppel —muñecos que permiten a su usuario concurrir en su lugar adonde éste no pueda o quiera— o de las Automädchen —ginoides sexuales idénticas a humanas, la cúspide en la combinación entre inteligencia artificial y sex toy—.
Podría decir que es sobre una Argentina más fraccionada que nunca, donde las guerras de clanes y los secuestros para trata se realizan a plena luz del día y frente a las propias autoridades, como sucede actualmente en Acapulco o en Bogotá.
Puedo decir que habla de una Buenos Aires atiborrada de refugiados, tanto del interior del país como de zonas de conflicto más alejadas, como Senegal, Congo o Siria, que se ven empujados a vivir en la precariedad y a veces en la delincuencia para sobrevivir.
Puedo enumerar los distintos paralelismos cronológicos, equiparando la realidad de esta Argentina de 2035 con la contemporánea, o la de los noventas, o la de los setentas, o incluso con el medioevo europeo.
Sin embargo, todo eso orbita al núcleo: Brenda.
Brenda Stoupakis, agente de la Fuerza Policial Ciudadana, hermana menor de cuatro, hija sin padre, amiga, colega, madre de tres gatos, es el tema de esta historia. Brenda y sus contradicciones. Brenda y sus pasiones. Brenda y sus frustraciones, traumas, miedos, deseos y angustias. Brenda y las secuelas. Brenda que es lesbiana donde la homosexualidad vuelve a ser declarada enfermedad. Brenda y su lucha inquebrantable contra lo que el sistema repudia, aunque muchas veces esa frontera no esté tan clara. Brenda y su obediencia a la Autoridad, así con mayúscula, porque Dios, la Patria y De Biase —su amado comisario— se escriben con mayúscula.
Es una novela brendocéntrica. Y no importa de qué lado se pare el lector: tarde o temprano le va a incomodar, no va a querer empatizar con ella, por ser muy dura o por ablandarse, por tener miedo o por ir hasta el final, por todo lo que ella representa o por todo lo que refleja de quien la esté leyendo.
Pero también, sin dudas, se trata de robots, mutantes y narcos. De neuros, Doppels y Automädchens. De guerras internas a las que nos terminamos acostumbrando y de refugiados. Y también es paralelismo con lo que vivimos ahora, en los noventas, en los setentas y lo que fue la Europa medieval. Y de mucho más.
Citando a Morfeo: no puedo decirte qué es Stoupakis. Lo tendrás que ver por tu cuenta.

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